Parámetros y cánones
Las Cárites (en griego Χάριτες), o Gracias (en latín Gratiae), en la mitología griega, eran divinidades de la belleza, y la naturaleza. Generalmente son tres, de menor a mayor: Aglaya (‘Belleza’), Eufrósine (‘Júbilo’) y Talia (‘Prosperidad’). Encarnan cualidades, condiciones distintivas que se buscan y desean de la naturaleza. En torno a esa prioridad es que se genera un orden, una medida para acceder a ellas.
El canon
Un parámetro es el dato o factor que se toma como necesario para analizar o valorar una situación. El canon, por su parte, es la regla de proporciones, conforme al tipo ideal aceptado. Se podría decir que el canon se conforma de una regla con ciertos parámetros o grados de libertad, dentro de esta idea, para alcanzar este modelo. Los parámetros se mueven, mientras el canon es permanente, conformando ambos una especie de estructura de goznes, si se pudiera hacer una analogía.
Imagen superior: el canon de belleza a través del arte en el tiempo.
La triada vitruviana, las 7 lámparas de la arquitectura, el Modulor
Según el arquitecto romano Vitruvio, la arquitectura descansa en tres soportes, que conforman una triada: Belleza (Venustas), Firmeza (Firmitas) y Utilidad (Utilitas), o función. La arquitectura entonces se podría considerar como equilibrio de estos soportes, sin sobrepasar ninguno al otro.
En “Las Siete Lámparas de la Arquitectura”, por su parte, el escritor John Ruskin muestra, a modo de lámparas, las características que debe poseer una obra de arquitectura, para considerarse digna de llamarse obra de arte, y estas lámparas son una serie de principios:
1. La lámpara del sacrificio
2. La lámpara de la verdad
3. La lámpara del poder
4. La lámpara de la belleza
5. La lámpara de la vida
6. La lámpara de la memoria
7. La lámpara de la obediencia
La arquitectura, por consiguiente, es más que edificar y construir. Viene de una metodología y principios, que no implican solo características físicas, sino factores espirituales del ser humano. Se debe encarnar espíritu y principio, que supuestamente un objeto inanimado no posee: lograr así en éste los valores inherentes de las "lámparas". De esta forma la arquitectura, como una de las bellas artes, debe poseer capacidad de provocar sentimientos al visitante, no solo por un construir bien logrado, sino por el significado cultural inherente.
En la época del movimiento moderno, finalmente, el arquitecto Le Corbusier concibe un nuevo canon de proporciones antropomórficas, al que llama Modulor, inspirado en la relación dorada, buscando utilizarlo tanto en la construcción como en el diseño de muebles y objetos cotidianos. Es un elemento generador en el trazado, desde la misma constitución de estos. El origen.
La triada vitruviana, las 7 lámparas de la arquitectura, el Modulor, así, son guías que traen parámetros y canon. Variabilidad y permanencia. Brindan soporte y un sistema formal-estructural con grados de libertad, para aplicar, desde la generación de las obras, una noción de ideal o paradigma.
Definición de gracia: subjetividad y cualidad
Se dan las gracias, como cortesía, cada vez que nos hacen un favor. Parece una cualidad -subjetiva o no-, que nos causa agrado. Un escrito es agradable de leer, una arquitectura agradable de mirar, una música agradable de escuchar: tiene gracia. “No tiene gracia”, dice la gente cuando algo le parece deficiente. Por otra parte, la gracia también es una plenitud religiosa, para la teología, aunque este es un artículo enfocado a la arquitectura, y es el sentido que priorizo.
Pensé en las personas que gustan de las etimologías, y siempre las citan. Gracia en este punto viene de “agradar”.
http://etimologias.dechile.net/?gracias
Del lat. “gratia” – “favor, simpatía, estima” (cf. fr. “grâce”, ing. “grace”, it. “grazia”, cat. “gràcia”), proveniente de “gratus” – “querido, agradable” y de raíz indoeuropea gwer- “elogiar, dar la bienvenida”, y emparentado con el sánscrito “grnati” – “elogia, anuncia”
Oficio y agrado
(…) “La sangre y sus estatuas”, “Chile, fértil provincia”, “Pueblo de Salar Grande” y “Poemas de la ciudad donde el sol canta desnudo”. Son excelentes obras, claro está, y merecen que constituyan los sólidos cimientos de esta, pero también hay otros títulos que con no menor energía y gracia suelen mostrar, de pronto, aspectos humanos del Norte Grande, pormenores del paisaje, minerales, plantas, hechos, cosas donde la vida real queda viva y justamente representada en el chisperío de imágenes con que Andrés Sabella forma la intimidad de su poesía (…)
Andrés Sabella, Hombre de Cuatro Rumbos, Hernán del Solar
¿Por qué uno lee y busca al poeta Andrés Sabella? He leído de varios críticos que “escribe con gracia”. Pongo este ejemplo porque me parece misterioso: uno lo busca, y lee las cosas a través de él, lo busca antes de otro escritor que pudiera saber más, pero pudiera parecernos más anodino, o espeso. Es un misterio.
¿La “gracia” podría ser una subjetividad dentro de la creatividad, la poética? No podría definir en este punto lo que me causa gracia, y lo que no. Cuando veo una obra pienso si está bien resuelta o no. Si resuelve con delicadeza, y holgura, o a duras penas. Me ha parecido incluso encontrar cierto virtuosismo “sin tanta gracia”, o que no me inspira tantos sentimientos, tema que tampoco pretendo tocar exhaustivamente. ¿Se llamará eso “gusto”? ¿Me gusta esto pero esto otro no? Son puntos subjetivos, complejos, pero la materia crítica contemporánea tiene algo interesante: lo aborda todo. En este tiempo, de voluntarismo agresivo, a veces despiadado, tal vez podemos hablar de la gracia, como un contrapunto.
En torno a la gracia, recuerdo que en un taller de poesía nos tocaba elegir un poeta para exponer, ojalá de manera original: traer temas a través de un escritor. Me tocó a mí y respondí casi sin vacilar: “Andrés Sabella”. Tal vez estaba distraído, pero no encontré que fuera mala elección. El moderador me preguntó de inmediato que porqué elegía un poeta tan acotado, de provincia. Por qué no Pound, o Withman. Y me quedé pensando que “le hallaba gracia” a Sabella. Y pensé que su aporte podía ser tan bueno como el de Pound.
Pienso finalmente las razones por las que escribo este artículo: buscamos la gracia en forma natural, no nos la ordenan. Vamos a ella, como buscamos las cualidades de las Cárites.
Un libro sobre hojas urbanas
En junio, la Editorial Efímera Cartonera (Karen Peñaloza, y yo, Vladimir Brontis), presentamos nuestro segundo proyecto. Nuestro primer libro publicado se llamó “Compostaje”, y era un manual para elaborar compost casero.
Ahora, nuestro segundo libro se llama “El libro de las hojas urbanas”, y tiene del anterior el formato de manual o guía, en torno a una temática medioambiental o natural.
De la intuición de hacer un manual, llegamos a descubrir su lado urbano, el tema de la ciudad y el árbol (arriba: ejemplares del libro terminado, abajo: factura, pliegues en cada página)
Personalmente, en mi caso, he terminado entretenido con su utilidad, y con el hecho de ser un ayuda memoria de las especies que nos acompañan a diario, cuando cruzamos la calle, cuando paseamos por los parques, y los caminos se tapizan de hojas, que a veces reconocemos. Ha sido un agrado también analogar las hojas de los árboles a pliegues de papel.
Uno recuerda así anécdotas del uso del árbol en la ciudad: el uso de los álamos como pilares divisorios, por ejemplo. El árbol caduco, que en verano da sombra y en invierno deja pasar la luz. El ciruelo, ese árbol rojo que se plantea como contraste. O la buganvilia, que ornamenta muros y arcos. La belleza de los arces.
Muchas calles de Santiago llevan en su perímetro arces negundos. O las acacias negras que uno ve por las mañanas, y que por estas fechas, invernales, tienen un aspecto fantasmagórico, desnudas y con unas vainas café, que las llenan. Parece un paraje extraterreste, o de cuentos.
Su lado poético, y literario, también aflora.
El árbol en la ciudad
Pero veamos primero el tema de su uso urbano, de cómo el ladrillo, el cemento, albergan esta parte de “lo agreste”, de lo desconocido, pensando también que plantas y árboles forman parte de la ciudad desde los primeros asentamientos humanos. La trama urbana se oxigena y gana sombra con el árbol perimetral, y las avenidas cobran realce con estos. Hasta hoy, por ejemplo, la pobreza y la marginalidad, se relacionan con su ausencia.
En torno a este tema, la civilización mesopotámica tuvo al jardín como elemento clave, tanto religioso, como también político y estético, siendo tal vez el origen de la imagen de Edén en la religión judía, que también se hará presente en el cristianismo e islamismo.
http://sdelbiombo.blogia.com/2008/102901-mesopotamia.-los-primeros-jardines-primera-parte-.-el-arbol-sagrado-y-los-jardin.php
Roma, por su parte, incorpora el árbol en su trama urbana, mientras en zonas rurales se cultivan huertas y viñedos. Los cultivos más requeridos son el olivo y la vid. Se cultivan igualmente árboles frutales, y otros se utilizan para madera y forraje.
http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/agricultura-y-ganader-a-en-el-imperio-romano
Arriba: jardines de Mesopotamia, y una villa romana. El árbol ha estado presente desde tiempos remotos en nuestra vida cotidiana. Veamos entonces el tema del árbol como un ser vivo, no artificial, no artificioso.
El árbol para un arquitecto es forma, estructura, y a la vez es indeterminación, porque no sabemos hacia donde van sus ángulos, sus ramas y hojas, no controlamos esa parte. Es una vida independiente a nosotros. Y que cambia en las estaciones: nos dan verde, y también nos dan rojo, naranja y amarillo como ahora, en estos meses fríos.
¿Qué es la vida? Los científicos dicen que es una función que se replica a sí misma.
Ahora, que está de moda lo que la ciencia llama planetas habitables, o “zona de habitabilidad”, descubrimos también planetas de mineral, de lava. Materia inerte, que no se replica. Y son kilómetros y kilómetros. Planetas enteros. Nada respira: son como fuerzas, que mantienen un orden, pero sin vida. Y a veces son enormes fuerzas, pero estériles.
Así uno piensa que tal vez debiéramos agradecer a nuestros árboles, parte natural del hábitat y no nos damos cuenta. El árbol es parte de una fuerza y orden universal, un ciclo permanente que nos protege.
Pintura tridimensional
En estos días trabajo en mi última propuesta, en la cual he estado procurando aplicar colores.
Veo luego referentes de pinturas que dan la impresión de tridimensionalidad, en la combinación de "pesos", por ejemplo, que traen distancias distintas.
Dar color así con un concepto de interior: dar profundidad, realzando las tipografías como elemento generador.
Afino el prototipo procurando una interioridad. Entre el ajetreo de estos días, procuraré exponerlo en el próximo artículo, para dar paso luego a su construcción y contextualización.
Por mientras, “El Libro de las Hojas Urbanas” ha sido bien recibido, y me han pedido copias, hasta casi agotarse, lo que me alegra. Termino con una cita al poeta Jorge Teillier:
"La piedra más apreciada es la llanca verde.
El canelo es nuestro árbol sagrado.
Las flores más lindas son la flor del gato
y la lengua de loro"
Jorge Teillier: Pascual Coña recuerda
http://www.vallejoandcompany.com/los-caminos-infinitos-12-poemas-de-jorge-te/
El canon
Un parámetro es el dato o factor que se toma como necesario para analizar o valorar una situación. El canon, por su parte, es la regla de proporciones, conforme al tipo ideal aceptado. Se podría decir que el canon se conforma de una regla con ciertos parámetros o grados de libertad, dentro de esta idea, para alcanzar este modelo. Los parámetros se mueven, mientras el canon es permanente, conformando ambos una especie de estructura de goznes, si se pudiera hacer una analogía.
Imagen superior: el canon de belleza a través del arte en el tiempo.
La triada vitruviana, las 7 lámparas de la arquitectura, el Modulor
Según el arquitecto romano Vitruvio, la arquitectura descansa en tres soportes, que conforman una triada: Belleza (Venustas), Firmeza (Firmitas) y Utilidad (Utilitas), o función. La arquitectura entonces se podría considerar como equilibrio de estos soportes, sin sobrepasar ninguno al otro.
En “Las Siete Lámparas de la Arquitectura”, por su parte, el escritor John Ruskin muestra, a modo de lámparas, las características que debe poseer una obra de arquitectura, para considerarse digna de llamarse obra de arte, y estas lámparas son una serie de principios:
1. La lámpara del sacrificio
2. La lámpara de la verdad
3. La lámpara del poder
4. La lámpara de la belleza
5. La lámpara de la vida
6. La lámpara de la memoria
7. La lámpara de la obediencia
La arquitectura, por consiguiente, es más que edificar y construir. Viene de una metodología y principios, que no implican solo características físicas, sino factores espirituales del ser humano. Se debe encarnar espíritu y principio, que supuestamente un objeto inanimado no posee: lograr así en éste los valores inherentes de las "lámparas". De esta forma la arquitectura, como una de las bellas artes, debe poseer capacidad de provocar sentimientos al visitante, no solo por un construir bien logrado, sino por el significado cultural inherente.
En la época del movimiento moderno, finalmente, el arquitecto Le Corbusier concibe un nuevo canon de proporciones antropomórficas, al que llama Modulor, inspirado en la relación dorada, buscando utilizarlo tanto en la construcción como en el diseño de muebles y objetos cotidianos. Es un elemento generador en el trazado, desde la misma constitución de estos. El origen.
La triada vitruviana, las 7 lámparas de la arquitectura, el Modulor, así, son guías que traen parámetros y canon. Variabilidad y permanencia. Brindan soporte y un sistema formal-estructural con grados de libertad, para aplicar, desde la generación de las obras, una noción de ideal o paradigma.
Definición de gracia: subjetividad y cualidad
Se dan las gracias, como cortesía, cada vez que nos hacen un favor. Parece una cualidad -subjetiva o no-, que nos causa agrado. Un escrito es agradable de leer, una arquitectura agradable de mirar, una música agradable de escuchar: tiene gracia. “No tiene gracia”, dice la gente cuando algo le parece deficiente. Por otra parte, la gracia también es una plenitud religiosa, para la teología, aunque este es un artículo enfocado a la arquitectura, y es el sentido que priorizo.
Pensé en las personas que gustan de las etimologías, y siempre las citan. Gracia en este punto viene de “agradar”.
http://etimologias.dechile.net/?gracias
Del lat. “gratia” – “favor, simpatía, estima” (cf. fr. “grâce”, ing. “grace”, it. “grazia”, cat. “gràcia”), proveniente de “gratus” – “querido, agradable” y de raíz indoeuropea gwer- “elogiar, dar la bienvenida”, y emparentado con el sánscrito “grnati” – “elogia, anuncia”
Oficio y agrado
(…) “La sangre y sus estatuas”, “Chile, fértil provincia”, “Pueblo de Salar Grande” y “Poemas de la ciudad donde el sol canta desnudo”. Son excelentes obras, claro está, y merecen que constituyan los sólidos cimientos de esta, pero también hay otros títulos que con no menor energía y gracia suelen mostrar, de pronto, aspectos humanos del Norte Grande, pormenores del paisaje, minerales, plantas, hechos, cosas donde la vida real queda viva y justamente representada en el chisperío de imágenes con que Andrés Sabella forma la intimidad de su poesía (…)
Andrés Sabella, Hombre de Cuatro Rumbos, Hernán del Solar
¿Por qué uno lee y busca al poeta Andrés Sabella? He leído de varios críticos que “escribe con gracia”. Pongo este ejemplo porque me parece misterioso: uno lo busca, y lee las cosas a través de él, lo busca antes de otro escritor que pudiera saber más, pero pudiera parecernos más anodino, o espeso. Es un misterio.
¿La “gracia” podría ser una subjetividad dentro de la creatividad, la poética? No podría definir en este punto lo que me causa gracia, y lo que no. Cuando veo una obra pienso si está bien resuelta o no. Si resuelve con delicadeza, y holgura, o a duras penas. Me ha parecido incluso encontrar cierto virtuosismo “sin tanta gracia”, o que no me inspira tantos sentimientos, tema que tampoco pretendo tocar exhaustivamente. ¿Se llamará eso “gusto”? ¿Me gusta esto pero esto otro no? Son puntos subjetivos, complejos, pero la materia crítica contemporánea tiene algo interesante: lo aborda todo. En este tiempo, de voluntarismo agresivo, a veces despiadado, tal vez podemos hablar de la gracia, como un contrapunto.
En torno a la gracia, recuerdo que en un taller de poesía nos tocaba elegir un poeta para exponer, ojalá de manera original: traer temas a través de un escritor. Me tocó a mí y respondí casi sin vacilar: “Andrés Sabella”. Tal vez estaba distraído, pero no encontré que fuera mala elección. El moderador me preguntó de inmediato que porqué elegía un poeta tan acotado, de provincia. Por qué no Pound, o Withman. Y me quedé pensando que “le hallaba gracia” a Sabella. Y pensé que su aporte podía ser tan bueno como el de Pound.
Pienso finalmente las razones por las que escribo este artículo: buscamos la gracia en forma natural, no nos la ordenan. Vamos a ella, como buscamos las cualidades de las Cárites.
Un libro sobre hojas urbanas
En junio, la Editorial Efímera Cartonera (Karen Peñaloza, y yo, Vladimir Brontis), presentamos nuestro segundo proyecto. Nuestro primer libro publicado se llamó “Compostaje”, y era un manual para elaborar compost casero.
Ahora, nuestro segundo libro se llama “El libro de las hojas urbanas”, y tiene del anterior el formato de manual o guía, en torno a una temática medioambiental o natural.
De la intuición de hacer un manual, llegamos a descubrir su lado urbano, el tema de la ciudad y el árbol (arriba: ejemplares del libro terminado, abajo: factura, pliegues en cada página)
Personalmente, en mi caso, he terminado entretenido con su utilidad, y con el hecho de ser un ayuda memoria de las especies que nos acompañan a diario, cuando cruzamos la calle, cuando paseamos por los parques, y los caminos se tapizan de hojas, que a veces reconocemos. Ha sido un agrado también analogar las hojas de los árboles a pliegues de papel.
Uno recuerda así anécdotas del uso del árbol en la ciudad: el uso de los álamos como pilares divisorios, por ejemplo. El árbol caduco, que en verano da sombra y en invierno deja pasar la luz. El ciruelo, ese árbol rojo que se plantea como contraste. O la buganvilia, que ornamenta muros y arcos. La belleza de los arces.
Muchas calles de Santiago llevan en su perímetro arces negundos. O las acacias negras que uno ve por las mañanas, y que por estas fechas, invernales, tienen un aspecto fantasmagórico, desnudas y con unas vainas café, que las llenan. Parece un paraje extraterreste, o de cuentos.
Su lado poético, y literario, también aflora.
El árbol en la ciudad
Pero veamos primero el tema de su uso urbano, de cómo el ladrillo, el cemento, albergan esta parte de “lo agreste”, de lo desconocido, pensando también que plantas y árboles forman parte de la ciudad desde los primeros asentamientos humanos. La trama urbana se oxigena y gana sombra con el árbol perimetral, y las avenidas cobran realce con estos. Hasta hoy, por ejemplo, la pobreza y la marginalidad, se relacionan con su ausencia.
En torno a este tema, la civilización mesopotámica tuvo al jardín como elemento clave, tanto religioso, como también político y estético, siendo tal vez el origen de la imagen de Edén en la religión judía, que también se hará presente en el cristianismo e islamismo.
http://sdelbiombo.blogia.com/2008/102901-mesopotamia.-los-primeros-jardines-primera-parte-.-el-arbol-sagrado-y-los-jardin.php
Roma, por su parte, incorpora el árbol en su trama urbana, mientras en zonas rurales se cultivan huertas y viñedos. Los cultivos más requeridos son el olivo y la vid. Se cultivan igualmente árboles frutales, y otros se utilizan para madera y forraje.
http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/agricultura-y-ganader-a-en-el-imperio-romano
Arriba: jardines de Mesopotamia, y una villa romana. El árbol ha estado presente desde tiempos remotos en nuestra vida cotidiana. Veamos entonces el tema del árbol como un ser vivo, no artificial, no artificioso.
El árbol para un arquitecto es forma, estructura, y a la vez es indeterminación, porque no sabemos hacia donde van sus ángulos, sus ramas y hojas, no controlamos esa parte. Es una vida independiente a nosotros. Y que cambia en las estaciones: nos dan verde, y también nos dan rojo, naranja y amarillo como ahora, en estos meses fríos.
¿Qué es la vida? Los científicos dicen que es una función que se replica a sí misma.
Ahora, que está de moda lo que la ciencia llama planetas habitables, o “zona de habitabilidad”, descubrimos también planetas de mineral, de lava. Materia inerte, que no se replica. Y son kilómetros y kilómetros. Planetas enteros. Nada respira: son como fuerzas, que mantienen un orden, pero sin vida. Y a veces son enormes fuerzas, pero estériles.
Así uno piensa que tal vez debiéramos agradecer a nuestros árboles, parte natural del hábitat y no nos damos cuenta. El árbol es parte de una fuerza y orden universal, un ciclo permanente que nos protege.
Pintura tridimensional
En estos días trabajo en mi última propuesta, en la cual he estado procurando aplicar colores.
Veo luego referentes de pinturas que dan la impresión de tridimensionalidad, en la combinación de "pesos", por ejemplo, que traen distancias distintas.
Dar color así con un concepto de interior: dar profundidad, realzando las tipografías como elemento generador.
Afino el prototipo procurando una interioridad. Entre el ajetreo de estos días, procuraré exponerlo en el próximo artículo, para dar paso luego a su construcción y contextualización.
Por mientras, “El Libro de las Hojas Urbanas” ha sido bien recibido, y me han pedido copias, hasta casi agotarse, lo que me alegra. Termino con una cita al poeta Jorge Teillier:
"La piedra más apreciada es la llanca verde.
El canelo es nuestro árbol sagrado.
Las flores más lindas son la flor del gato
y la lengua de loro"
Jorge Teillier: Pascual Coña recuerda
http://www.vallejoandcompany.com/los-caminos-infinitos-12-poemas-de-jorge-te/
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