La figura de Le Corbusier: una vista de la arquitectura clásica desde la modernidad
¿La arquitectura debe tener un ideario o es un conjunto de respuestas apropiadas? ¿Es parte de una guía o ilación o va apareciendo en cada caso, independiente, sin necesidad de conexión? En estos últimos años da la impresión de que muchos piensan en lo segundo. A tal punto que profesionalmente no existe un movimiento: existen hechos aislados, obras aisladas, sean notables o deficientes.
Las arquitecturas se parecen. Alguna plantea un cambio. Alguna es particularmente eficiente en resolver el caso. Otras son más “osadas”, pero la mayoría no parece responder a un marco teórico común, a un movimiento identificable. Notable es la excepción de la arquitectura paramétrica, que efectivamente sigue principios claros, diferenciables, lógicas y formas de trabajo que se pueden reconocer. Las obras se pueden clasificar bajo este concepto.
Al hablar de “arquitecturas parecidas” en este tiempo me refiero a que la arquitectura está ahí, responde a cánones, que nos parecen logrados o correctos, y vemos formas que nos parecen apropiadas. Muchas veces nos parecen excepcionales, que son meritorias. Otros dicen que están a la moda, o que están como para ser destacadas, para divulgarse en publicaciones. Y para ser premiadas. Es “la arquitectura de premios”, que últimamente me ha producido una especie de ruido, o controversia, con una conciencia que debiera ser más social. Y con el resultado real que estas “formas de premio” tienen en el entorno. E incluso con cierta incredulidad de que los jurados efectivamente las visiten.
Muchas veces uno ve una obra bien lograda, y algo pasa que no dan ganas de leer la entrevista del arquitecto, porque probablemente tenga poco que decir.
El nombre que podríamos poner a muchas obras de arquitectura de última generación así es simplemente “arquitectura contemporánea”.
La arquitectura en el movimiento moderno, en cambio, más bien surge dentro de un ideario, como parte de una necesidad de guía, o pauta, e incluso los arquitectos conciben “puntos fundamentales” en sus obras, que a su vez se constituyen en guías para otros arquitectos, y para sí mismos, como cauce de creación. Buscan confluir en un propósito común. Y este propósito se busca que sea altruista, elevado, convocante. Una nueva sociedad.
El movimiento moderno surge así en un tiempo en que se planteaba un nuevo mundo. Interesaba agruparse en torno a ideas, y ante el cambio social, reorganizarse. El arte por completo, y toda manifestación humana, es leído dentro de esta perspectiva ideológica. El auge de movimientos políticos, de tendencia de izquierda, que releen la historia. Plantean una relectura completa de la filosofía.
Canon implícito
Nuestra noción de armonía actual está influida por muchas cosas: dominio de la geometría, calce apropiado al requerimiento, uso correcto de los materiales, respuesta a la ciudad. Hay un avance natural respecto al primer modernismo, que tiene que ver con la comprensión de las complejidades y los matices. Nos damos cuenta cuando una arquitectura es contemporánea (y no del siglo XX) por aquello. Podría decirse que hay un canon implícito.
Lo que preocupa sin embargo es la sensación de haber llegado a obras apartadas de movimiento. A un sentido de orden intrínseco, alejado de la sociedad.
A resolver sólo una disposición, a olvidarse del cambio social. Eso me preocupa.
La geometría y la proporción. Del canon a la idea
La arquitectura clásica sabía resolver las proporciones, y lo hacía provista de un vocabulario, de un conjunto de reglas, o formas aceptadas como armónicas. Y el acto a darse lugar ocurre de manera bastante apropiada en una planta clásica. Es una arquitectura bien resuelta.
El canon, del griego “janon”, regla, es el concepto que fija normas de creación, y a la vez refiere proporciones ideales y relaciones entre las partes de una figura.
Un orden, dentro de la arquitectura clásica, es el sistema que aplicado en un edificio puede dotarlo de características propias y asociarlo a un lenguaje y estilo histórico. Una articulación de elementos, según preceptos de armonía. Se crean en la Antigüedad, aunque a veces se han alterado en períodos como el Renacimiento.
En estos órdenes, canónicos, cada elemento adquiere un nombre, y definición (arriba), estableciéndose como referencia, que se puede citar, consiguiendo definir un patrón que reproduce este ideal.
La arquitectura clásica vista con los ojos de Le Corbusier
“Admiro la perfección desde que vi el Partenón”
Le Corbusier
Ante la arquitectura clásica vemos columnas, y ritmadas líneas verticales. Pero qué es lo que sacamos de estas columnas. Parte de lo que se proporciona son ornamentos, de época, pero asociados a elementos estructurales necesarios, atemporales, como columnas y dinteles.
El modernismo, al tener una vista peculiar de esta arquitectura clásica, propone una desnudez normada de acuerdo a nuevos parámetros. El arquitecto moderno busca la matemática, productora de resultados perfectos, y de la certeza o exactitud. Así avanza en nueva materia crítica: construir con un nuevo lenguaje.
“No existe nada equivalente en la arquitectura de todo el mundo ni de todos los tiempos. Es el momento más álgido del hombre, impulsado por todos los más nobles pensamientos cristalizados en un juego de luces y de sombras. Su rigor sobrepasa nuestras aptitudes y nuestras posibilidades normales como hombres. El Partenón aporta certezas: La emoción de lo superior, orden matemático, la emoción de los sentidos y el júbilo del espíritu. El arte: es la poesía. El Partenón reconoce un principio axial que es la esencia de nuestro ser.”
Es interesante su análisis de medida en el Partenón, En los trazos reguladores la presencia de la proporción dorada, del número de oro, que también aparecerá en sus proyectos más notables, como la Ville Savoye. Y en la pormenorizada búsqueda de un estándar a través del Modulor.
“El hombre ha regulado el trabajo y le ha aportado orden a través de la medida. La escala y la dimensión. Para medir, ha tomado su paso, su pie, su codo o su dedo, creando un módulo que regla todo el espacio y la obra que están concebidas a su escala, a su convencimiento. Está a la escala humana y se armoniza con el hombre: es lo principal.”
Ciertamente Le Corbusier permanece en el tiempo como maestro, o guía, sus escritos pueden concebirse como guía ideológica. Cuestionada en los últimos años, pero más clara y transparente que la opacidad del individualismo, o de la arquitectura sin ideal. Le Corbusier invita, propone un futuro.
Partenón
Buscando incorporar este hito como otro pop up, representar el Partenón tal vez me da el pretexto para volver a la arquitectura de la antigüedad, llamándome la atención sus proporciones, que contienen implícita la relación del número de oro. Al buscar la aplicación de la idea, y de la proporción, más que el detalle formal, y los ornamentos del lenguaje, es posible ver con los ojos del hombre del siglo XXI, y no del griego o el romano.
Proporciones en El Partenón y Ville Savoye: el número de oro en ambas fachadas
Me he dado cuenta de que casi todos los hitos que presento son modernos, como si la arquitectura comenzara con la revolución industrial. Así vuelvo al Partenón, a sus sorprendentes correcciones ópticas, a través de columnas con éntasis, y a la admirable proporción en que se enmarcan sus fachadas, con ocho columnas en las dos más cortas y 17 en las laterales. Procuro que el pop up responda a estos números en las fachadas. Así vuelvo a investigar y leer sobre historia, y aprender con sentido. Luego, estudio la Ville Savoye de Le Corbusier, proyectada bajo similar preocupación: con varios estudios de calce y proporción. La idea es que también sea otro pop up, tipo kirigami.
Pienso que en los últimos post he abordado varias obras icónicas de arquitectura, de modo que en una próxima oportunidad podría hacer una recopilación de los títulos para presentarlos al público. Y desde luego dotarlos de color, dibujos, detalles.
Arriba: análisis de proporciones en el Partenón. Así, volviendo al tema del canon, como regla, pienso que la época contemporánea también lo tiene. Tiene referentes de armonía, y ciertos patrones de "lo correcto", y el lenguaje que actualmente se utiliza en gran parte es mérito de arquitectos como Le Corbusier. Ellos abordaron la medida con profundidad y masa crítica. Pienso, sin embargo, también en la idea actual de no concebir solo un “presunto camino de excelencia a través de lo conocido”, y buscar lo nuevo, lo poético. Arquitectura explorada por Escuelas como la UCV, por ejemplo. Y, finalmente, junto a la poética, también pienso en lo beneficioso de la idea de un tronco común, de un ideal para las personas. Una preocupación social.
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